martes, 23 de septiembre de 2014

Domingo XXV, tiempo ordinario

Evangelio según San Mateo 19,30.20,1-16. 
Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros. 
porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos». 
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Comentario 
Quería apuntaros dos cosas de este evangelio que es un evangelio importante por tratar del Reino de los Cielos.
A mí me ha sorprendido el gran protagonista de la parábola que es sin duda este dueño, el propietario de la viña. Es asombroso este propietario que se sale de nuestros límites, de nuestros modos, de nuestras justicias; es algo nuevo y tenemos que atenderle porque nos va a decir algo que es absolutamente desconocido para nosotros. Siempre es desconocido para el corazón humano que es tan limitadito, tan corto y a veces tan mezquino; que tiene un rasero como muy guardadito; está muy bien hecho, muy chiquitito, muy pequeñajo...
El propietario de esta viña es impresionante y merece la pena que estemos en la oración solamente contemplando este detalle que es difícil que pase desapercibido. Se habla de un propietario que al parecer, salió a contratar a primera hora, salió otra vez a media mañana, salió de nuevo hacia mediodía, salió otra vez en la tarde. Esta es la continua atención al hombre. Este propietario, que a primera hora contrata un montón y si le sobra alguno ya le despedirá a la mitad del día, pero que continuamente está saliendo.
Este Dios que está saliendo de sí, ha salido a buscarte.
Lo primero que me asombra es que como dice el texto: ha salido a las horas más importantes del día. El judío habla de siete horas, el romano habla de cinco. Jesús ha cogido las judías, es decir, ha salido a Prima, a Tercia, a Sexta y a Nona - así aparecen cuatro horas - y al final, en la penúltima hora, es decir en Vísperas. Ha salido a todas las horas del día que están contadas, diseñadas, las Horas que son las horas propias en las que el hombre hacía la oración; y en todas ha salido a buscarte.
Por lo tanto, lo primero: la extrema atención de un Dios que continuamente está buscando al ser humano. Vamos a preguntarnos también nosotros si estamos atentos a estas búsquedas, a que Dios sale a todas las horas del día a buscarme. No nos vamos a remitir solamente a las horas de la vida, a los tiempos de la vida, sino a las horas del día: cuántas veces ha salido a buscarme a mí en un día y yo no lo vi, o estaba en otras cosas… Esta es la primera conciencia que habría que tener.
Es un Dios que va a buscar al hombre, un Dios que le busca en todas las horas del día, que le busca en todas las etapas de la vida. Va a buscarte cuando eres joven, cuando eres mediano y cuando eres mayor. No va a desechar una hora humana, siempre va a salir a buscar al hombre.
La siguiente cosa que me llama la atención es que seguramente los de la hora penúltima eran los paganos. Decía: “a los que ya no tiene ni trabajo para ellos”. Es curioso que a última hora del día, al atardecer, vaya y salga a buscar. Va a buscar hasta a los paganos. No remitamos solamente la parábola a estos que vienen a última hora, sino que también a los que se encuentran con Dios a última hora y Dios los acoge. La parábola es muy amplia, habla también de los paganos. Jesús está diciendo que también va a buscar a esos.
Llama la atención esta primera salida: salida a cualquier hora; pero llama también la atención que les va a pagar lo mismo. Dios no tiene una justicia distributiva. Este es el cambio de su justicia a la nuestra que está pendiente de un mérito: has hecho esto, pues entonces te pagaré lo ajustado por lo que has hecho. Dios ajusta el pago, y el pago al hombre es siempre el mismo. Pendiente de su bondad, el pago al hombre no será otra cosa que el Reino de los Cielos. Y ¿cuál será la condición si nos van a dar lo mismo? Pues que a la hora que sea, tú respondas a la proposición con un sí. Esta es la única condición que pone la parábola: que se responda con un sí. Porque Él siempre va a salir a buscar a la hora que sea al ser humano, al desocupado, al que está sin trabajo. Esta es la historia del hombre que todavía no ha encontrado su destino y que Dios le sigue buscando porque le sigue dedicando atención al hombre que ha perdido la jornada. Esto es muy duro porque, sin embargo, todavía no le recrimina sino que le pregunta: ¿estás dispuesto a venir a mi viña? No le interesa si queda mucho trabajo por hacer, sino que lo quiera hacer y por eso pregunta: ¿estás dispuesto a venir a mi viña?
Esta proposición última de los evangelios tan tremenda nos llama a todos la atención. Este buen ladrón que en un momento dado se encuentra con este pago: "hoy mismo estarás en el paraíso". Este es el pago a una proposición: el haberme reconocido aquí en la tierra y aunque en el último instante, la gracia es la misma.
Es impresionante ver esto. Es tocar el corazón de Dios. Dios es así y nosotros no lo somos. Nosotros pagamos méritos. No tenemos el mismo pago siempre, sino que para nosotros depende de cómo nos traten; ni siquiera del valor que tiene. Esto no tiene nada que ver con cómo actúa el hombre, con el corazón del hombre. En cambio, Dios va a ser siempre el mismo.
La parábola pone de manifiesto al gran protagonista: solamente mirándole comprendes que lo otro es una mezquindad. Así nos pone de manifiesto el corazón humano, que realmente es de otra manera; es distributivo y es capaz de pensar y decirse: "¿A ocho horas un denario? ¿Pero cómo? ¿No dijiste que a una hora un denario? Y ¿cómo no dijiste eso?, porque a lo mejor nos habríamos puesto en la hora esa." Si el corazón humano dice eso por el que solamente obtuvo por una hora un denario, es que está pensando que él a lo mejor habría hecho lo mismo; fíjate si es mezquino. Está claro que aquí la parábola ha pillado la pobreza humana que siempre está pensando en el mínimo. Muestra que el corazón humano nunca piensa en el máximo, no piensa por ejemplo en que a lo mejor el precio era excesivo, también incluso para los que a lo mejor trabajaban todo el día. A lo mejor ese denario era mucho para el trabajo de un solo día y no te alegras de que todavía sea más abundante para aquél que llegó a última hora, porque para él seguro que es súper abundante y muestra que no fue rácano contigo. Un denario era a lo mejor el salario de tres jornadas; es decir que el amo había sido a lo mejor bastante generoso con todo el que iba a trabajar. ¿Y al final se queja, cuando estaba perdido, cuando estaba solo en la plaza y ya no tenía a nadie que fuera por él?
Este es el corazón pequeñajo, raquítico, mezquino, envidioso del ser humano. Esta parábola pone en contraste el corazón de Dios y el corazón del hombre y nosotros podemos ver en este espejo cómo es nuestro corazón. ¿Medir con el rasero del corazón de Dios o medir con el rasero del corazón del hombre que siempre está viviendo la insatisfacción y que siempre es poco?
Esto es lo que muestra la parábola en el fondo, que nunca estamos contentos. ¿Por qué no dice en ningún momento la parábola: "Este recibió un denario, pero este también; ¡qué bien un denario; qué contento estoy yo con mi denario!"? Pero no es así, porque si el hombre ha recibido lo mismo que yo, yo no estoy contento con mi denario. Es decir, no hay ni un rasgo de satisfacción por parte del hombre que ha recibido.
La parábola es demoledora; es el corazón humano que solamente está mirando lo que se hace con el otro. ¿Por qué no dejas en paz a este Dios que actúa con el hombre y tú te miras a ti mismo? Es una parábola que corta un pelo en diez.
Durante esta semana vamos a pensar en esto: que Dios llama no cuando quiere, porque a lo mejor Él querría habernos tenido a todos en Tercia y en Prima, pero es insistente. Es impresionante lo que muestra esta parábola : que vuelve a salir y vuelve a salir a media mañana, a mediodía, por la tarde, al atardecer, al anochecer… Esto es un obrero, esto no es un propietario. Esto es un obrero de los viñadores. Es un Dios que no cesa en el día a día, en toda nuestra existencia de llamar a aquellos que no le conocen, a muchas naciones, y tiene la misma misericordia para el que encuentra a Prima y para el que le va a encontrar a última hora. Esto es lo que no puede entender el que reciba el mismo salario y que a lo mejor parezca el mayor: esta es la generosidad de Dios. Vamos a quedarnos contemplando esto, este Señor que siempre nos busca y busca a toda hora. Y vamos a contemplar también este diario encuentro. ¿Yo me encuentro con Él?
Y además vamos a pensar en este corazón humano que siempre está en alarma - esto es una cosa increíble - para pensar que no se hace justicia con él. Es increíble la profesión a abogacía que tenemos todos los seres humanos. Esta justicia distributiva que nunca reconocemos en Dios y que parece que Dios siempre lo hace mal. Cuando los hombres entre nosotros nos manipulamos de tal manera que acabamos haciendo lo que a mí me apetece, desautorizamos. Estamos perdiendo las relaciones, estamos matando la libertad. Cuando nos recriminamos entre nosotros y sobre lo que me dan y lo que no me dan, con esa justicia distributiva que yo creo que tienen que hacer conmigo y siempre, siempre juzgo hacia la baja con una gran insatisfacción y nunca generosamente con lo que me dan. Y me parece más lo que me quitan que lo que me dan, a todos los niveles de la vida. Cuando siempre me parece escaso lo que me da el otro. Hay que tener mucho cuidado porque está el corazón mezquino del hombre respondiendo; mientras que Dios no actúa así. A Dios le parece siempre suficiente lo que le da hasta el que trabaja para Él una hora; un segundo le parece suficiente.

Vamos a cuestionarnos esta semana: ¿por qué parece que nunca estoy contento con lo que me hacen?, ¿por qué parece que siempre tengo una insatisfacción, cuando puedo valorar lo que me dan como este Dios que me da siempre? Así generaríamos relaciones de muchísima gratuidad y de muchísima gratitud, relaciones muy felices porque siempre sería demasiado; siempre me están dando más de lo que merezco. Esto es hacer lo que Él hace.

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