Comentario del evangelio
El evangelio de hoy habla de algo a lo
que todos estamos llamados y que es una invitación estupenda, magnífica. Es un
banquete de bodas y es el banquete de bodas del Hijo del Rey. Es decir, el Rey
pasa la invitación a todos, el Rey ha preparado una fiesta muy grande para el Hijo.
El Hijo es el centro de este banquete, pero hay que descubrir a quién se va a
invitar a este banquete.
La primera parte es espléndida porque nos
muestra a este Rey que manda toda clase de mensajeros y los manda al mundo
entero, por todos los caminos, por todos los cruces de los caminos,
verdaderamente es un rey generoso. También llama la atención la otra parte de
esta parábola que nos habla de los invitados a la boda. Nos muestra que
aquellos que van como mensajeros, encuentran que aquellos a los que invitan,
tienen mucho que hacer y no pueden ir a la boda, o no aceptan la invitación; otros
la acogen con una gran indiferencia que muestra que no les interesa. Además,
hay otros al final, en la segunda parte -que para mí bautiza este domingo- que la
aceptan y van a este banquete, a esta invitación, pero no tienen en cuenta la
invitación y se van a aprovechar del banquete: van a comer aunque no lleven el
traje para la boda.
Este es un texto tremendo porque nos
habla de una bondad sin límites y universal y de la acogida que tiene esa
bondad. Esta parábola es un aviso de que no se nos ha invitado a una fiesta
cualquiera, sino que es la fiesta pascual, es la Pascua, es el día de la
salvación y esto es todo domingo; es todos los días del cristiano.
Por otro lado, ¿cómo reaccionamos
nosotros? ¿Cómo acogemos nosotros esta invitación? ¿Nos aprovechamos de ella y
la vivimos de mala manera, aprovechando que estamos dentro y no ponemos nada de
nuestra parte? ¿Qué quiere decir la parábola?
Pues que de Dios nunca va a faltar la
invitación, pero que sí hay un requisito y ese es la acogida; y que muchos no
lo podrán acoger para nada y otros la acogemos medianamente. Es decir, la parábola
incide en estas dos cosas: en una gran abundancia para todos, teniendo en
cuenta que Jesús se lo está diciendo al pueblo judío y les está recordando la
historia. A ellos los han invitado desde hace mucho tiempo con los profetas y los
invitarán ahora más porque es Él mismo el que los está invitando. Y ante esa
abundancia, encontramos la respuesta del hombre, que Jesús la retiene como
insuficiente, es decir que el hombre, por lo que sea, no está acogiendo esta
invitación.
Bien, pues vamos a entrar en este domingo
mirando y contemplando a este Rey magnífico, a esta Boda a la que hemos sido
invitados, a este Esposo, a esta Esposa que es la invitada.
Además, algo más que quiero compartir es
que el rey manda a sus servidores salir por segunda vez para convocar a los que
no están. En este papel estamos todos nosotros, en el papel de estos servidores
que no temen ya ser perseguidos ni maltratados y que sin embargo se tiran a los
caminos porque el rey tiene preparado un banquete. Nosotros somos aquellos
servidores que tenemos que anunciar que el banquete está servido y que vamos
hasta donde Él quiera: a nuestras casas, a nuestras familias, a nuestros
lugares de trabajo a anunciar que estamos invitados a un magnífico banquete, a
una gran fiesta. Fijaos cómo se presenta el mensaje cristiano, de qué manera
tan bella, ¡a una gran fiesta!
Que este domingo sea para nosotros de
concentración de este magnífico Rey, de este Esposo que está esperando a los
invitados. Por eso nosotros podemos hacer cuentas de ¿cómo me presento yo a
esta boda? Los Padres de la Iglesia han visto siempre que incluso los que
estamos dentro vivimos una visitación interior y por eso mismo es importante
meditar ¿hasta qué punto estamos dispuestos a acoger al Señor? Tenemos nuestras
comodidades, nuestros “hasta aquí”; medimos lo que le vamos a dar a Él. ¿Cómo
es este trato con Él? Cómo es su presencia del banquete?
Además, también podemos estar llamados a
ser servidores y buscar a los que faltan en el banquete. Para ello, tenemos que
buscar la palabra, el gesto adecuado para que los que están lejos vuelvan al
banquete. Tenemos mucho que hacer porque la cristiandad jamás está en paro,
porque la profesión del amor no cesa y hoy también tenemos este quehacer y tenemos
la invitación al banquete del Rey.
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