domingo, 14 de diciembre de 2014

Domingo Gaudete

Hoy es Domingo Gaudete. En plena cuaresma también hay un Domingo parecido pero, mientras que en Adviento el Domingo de la Alegría es un aviso de que está más cerca el Día que esperamos, es como un anuncio de lo que está al llegar, sin embargo en Cuaresma es el Domingo de “respiro” de la intensa purificación y camino de conversión hasta la Pascua, un Domingo en el que en medio de la lucha hay un descanso para recuperar las fuerzas, el ánimo, recordar nuestra redención del pecado y del mal.
Desde este Domingo Guadete las dos figuras del Adviento se nos hacen más presentes. Juan y María van mostrando el camino hacia el cumplimiento de la Promesa antigua, de las palabras proféticas de Isaías: se restaurará la armonía primera, perdida, el equilibrio en el bien, se reconciliará todo en el Niño que nacerá, que meterá la mano en la hura del áspid, el que hará que cordero y león duerman en el mismo lecho, descansen juntos (Is 11, 1-10). Esos días de paz llegarán.
María y Juan muestran con sus propias vidas el paso previo a esa bonanza: que el hombre reconozca quién es Dios y quién es él, que acepte con humildad su ser de criatura y deje ídolos, se convierta, hasta adorar solo a su Dios como Señor de su vida. Los dos, María y Juan, darán la clave. Juan aceptará que el que estaba detrás de él se ponga en su sitio, delante, y le servirá como siervos indignos incluso de desatarle el cordel de su sandalia. María dirá palabras semejante y vivirá ese mismo estado de criatura ante su Dios y Señor. “He aquí la sierva del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. María cantará reconociendo que Él ha mirado la humildad de su sierva y le ha complacido hasta el punto de elegirla para la misión de ser su madre.
Se llegará a la reconciliación perdida (Eclo 48, 9-11), a la armonía y a la paz, al mundo nuevo, al hombre nuevo, cuando éste reconozca que él es la criatura y Dios es su Señor. De ahí brotará la alegría perfecta. Una unión con Dios como una alianza esponsal (Is 61, 10-11). Es lo que hoy celebramos, el motivo de nuestra alegría. Todo está en su sitio (apokatastèsei), todo en su orden. María y Juan nos enseñan a ello, a preparar el camino al Señor, nuestro seno, nuestro interior, para que Él venga a ocupar su puesto en medio del cosmos, del mundo, de nuestra vida, como el Señor y Dios nuestro.
Os invito a todos a vivir este tiempo de modo apremiante: Él está muy cerca, apresurémonos a vivir como Juan y María: no somos nosotros los dueños de la vida, digamos con ellos “Soy tuyo/a, Soy tu siervo/a. Hágase en mí según tu quieras” y demos, como Juan, un paso hacia atrás para que Él se ponga delante de nosotros en el camino.